Aterrizas en el aeropuerto de Las Américas y un taxi te lleva a Santo Domingo. La que hoy es la capital del país fue fundada por Bartolomé Colón en 1498 allí donde el río Ozama desemboca en el mar Caribe. Te hospedas en un elegante edificio de la Zona Colonial del que fue el primer asentamiento europeo en América. Quieres salir ya, pero el jet lag puede contigo y te duermes en seguida.

Después de desayunar arepas y zumo de chinola sales a dar una vuelta. Aquí tenía su sede el gobierno colonial español durante la conquista del Nuevo Mundo y los edificios, las calles adoquinadas y la catedral primada conservan aún la herencia del pasado imperial. En 1990 la Zona Colonial fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y hoy es uno de los lugares más visitados del país.

El desarrollo turístico de RD es relativamente reciente. Hasta finales de los 60 el país estaba abocado a lo que aquí llaman la economía del postre: la exportación a América del Norte y Europa de materias primas como azúcar, cacao, café y tabaco. Pero la liberalización de los precios y la eliminación las cuotas preferenciales llevó a la necesidad de una reconversión económica.

A principios de los 70 el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo apoyaron al gobierno dominicano en su estrategia de desarrollar el sector turístico, basada en la concesión de incentivos fiscales y financieros para inversiones hoteleras. Actualmente RD cuenta con casi 70.000 habitaciones de hotel y con más de 5 millones de turistas extranjeros: es el país más visitado del Caribe.

En los últimos años, RD ha experimentado un crecimiento único en el panorama caribeño. Quieres saber más y te recomiendan ir a hablar con una de las personas que más sabe sobre este tema, Arturo Villanueva, ejecutivo durante tres décadas de ASONAHORES, la patronal de los hoteleros de la isla.

Las palabras de Lina Matos te han despertado la curiosidad de conocer la zona este del país, donde se concentran la mayoría de los resorts de los que te hablaba. En 1968 un informe de la UNESCO señalaba las amplias e interminables playas de fina arena blanca como unas de las mejores del mundo. Esto representaba, a su manera de entender, un capital enorme para el desarrollo del país.

La perspectiva de instalarte en uno de esos hoteles enormes no es lo que imaginabas para estas vacaciones, pero decides ir igualmente unos días. Cuando te vas acercando a Punta Cana pierdes de vista completamente el mar, sustituído por una serie larguísima de muros. Y pensar que aquí, hasta la ley sobre incentivos turísticos de 1971, el panorama era completamente distinto...

Al principio los hoteleros eran dominicanos, pero en poco más de una década los inversores extranjeros, más especializados y con mayor poder inversor, han copado casi todo el mercado, atraídos por un marco regulatorio tan favorable que les permite recuperar su inversión en un periodo muy breve. Hoy en día más del 50% de los hoteles son de cadenas españolas como Meliá, Iberostar, Riu y Barceló, entre otras.

RD se promociona como un destino de sol y playa que, junto con el turismo de paquetes y el sistema de Todo Incluido, constituyen los tres ejes del modelo turístico dominicano, una industria que se ha definido como de enclave: si antes lo que se explotaba eran las plantaciones o las minas, ahora el producto de exportación son las vacaciones, mientras que a las pequeñas empresas y a los trabajadores locales se les destinan tareas de bajo valor agregado.

A pesar de los números macroeconómicos, los beneficios de la industria turística de este tipo no siempre recaen en las comunidades locales. Además, la escasa contribución del turismo a la hacienda pública y la falta de vínculos con el tejido económico local repercuten negativamente en la sociedad en su conjunto.

Vas pensando en todo eso mientras caminas entre los jardines perfectamente cuidado de tu resort cuando te enteras de que allí mismo está hospedado Radhamés Martínez Aponte, el vice ministro técnico de Turismo. Con un poco de atrevimiento, consigues una breve cita con él.

El vice ministro tiene que atender un asunto urgente y te pide interrumpir la conversación durante unos minutos. Aceptas y lo aprovechas para tomar una bocanada de aire y reflexionar sobre las contradicciones de un modelo de turismo similar y sobre cuáles podrían ser las alternativas possibles.

Volviendo por el pasillo te encuentras con una de las miles de trabajadoras del hotel. Intercambias unas palabras con ella y te cuenta cuál es la situación laboral que viven los empleados de la hostelería. Esas pocas frases te bastan para saber cuál es la última pregunta que vas a hacerle al vice ministro.

Te despides del vice ministro y te vas a la piscina del hotel. Pero la música altísima y el griterío de la enorme cantidad de gente que hay en las instalaciones te convencen de que tu estada aquí, aunque breve, se ha terminado. Vuelves a tu habitación, saldas la cuenta -que te deja cojo el presupuesto, por cierto- y coges el primer bus hacia Santo Domingo.

Llegas a la capital y allí empiezas a buscar una alternativa de viaje menos masificada y que te permita conocer otras zonas de este país, su cultura y su gente. Te explican que hay una Red Dominicana de Turismo Rural (REDOTUR) que apuesta por las empresas comunitarias y el turismo sostenible. Te acercas a preguntar y te recibe Víctor Polanco, su director ejecutivo.

El viaje es largo, pero no tienes prisa y te paras a mitad de camino, cerca de la localidad Las Galeras, en la Península de Samaná. En este paraje idíllico el italiano Domenico Mirabile, en colaboración con la ONG San Benedetto del Porto de Génova, montó el centro ecoturístico Las Mariposas. Domenico es muy simpático: te invita a dormir en una de las 8 casitas y te cuenta por qué lleva más de 20 años aquí.

Después de despedirte de Domenico reanudas el camino, pero no antes de darte un chapuzón en la maravillosa Playa Rincón, donde la fina arena blanca y el agua turquesa están rodeados de una espesa vegetación tropical. Y donde, sobre todo, los hoteles brillan por su ausencia. Ha llegado la hora de retomar la ruta en dirección a los 27 Charcos.

En una pausa para repostar lees que la iniciativa de Los 27 Charcos nace con el cierre de un ingenio azucarero que empleaba a una buena parte de la población del pueblo de Imbert. Para no quedarse en el paro, los trabajadores se han unido en una cooperativa y han empezado a dar a conocer el fantástico entorno natural donde viven. Ahora aquí trabajan un centenar de personas, que atienden a más de 75.000 visitantes al año.

Tu viaje a RD está a punto de acabar. Espero que la experiencia haya valido la pena. Pero, antes de despedirnos, queda por descubrir cuántos puntos has acumulado y cuál es el premio que puedes ganar. ¿Quieres saberlo?