Aterrizas en Bangkok, la inmensa capital del país, con mucha ilusión y lleno de expectativas. El ajetreo generado por sus 8 millones de habitantes con sus respectivos tuk-tuky coches, junto al calor tropical, te aturde un poco, pero también te augura una experiencia única. Por algo será que cada año más de 17 millones de personas eligen Bangkok como destino, cosa que la convierte en la cuarta ciudad más visitada del mundo.

Tailandia se ha convertido en un gigante del turismo mundial. Este año se prevé que más de 32 millones de personas llegarán como tú, desde todo el mundo, para visitar el país asiático, cuando hasta finales de 1950 el turismo extranjero en Tailandia era residual. Y ¿sabes cuándo empezó todo? Con la Guerra de Vietnam, en los años 60, cuando los mandos militares estadounidenses eligieron las ciudades y las costas del país para el descanso de las tropas que invadieron el país vecino.

Te acercas al maravilloso complejo de templos de Wat Pho, Wat Phra Kaew y Grand Palace, a orillas del río Chao Phraya. A tu alrededor se levantan las pagodas doradas o multicolores, mientras que en las veredas de los edificios miles y miles de turistas siguen las banderitas coloradas de sus guías. Y pensar que en la década de los 30 sólo unos cinco cruceros al año con alrededor de 500 pasajeros pedían permiso para desmbarcar en el puerto de Bangkok...

La industria turística ha contribuido significativamente al crecimiento económico del país, que en poco más de 30 años se ha configurado como un ejemplo de éxito en el ámbito del Sureste Asiático. Pero, ¿a qué precio?; ¿qué hay detrás de la sonrisa de toda campaña de promoción turística? Para descubrirlo, te subes a un ferri y surcas los khlong, los canales de la ciudad, y se lo vas a preguntar a Jan Wisansing, profesora de Tourism Management y una de las máximas conocedoras del turismo en Tailandia. ¡Cuidado de no caerte al agua!

Lo que te ha dicho Jan te ha sorprendido y decides ir a ver de cerca qué es esta ciudad de la que hablaba: Pattaya. Está a poco más de dos horas al este de Bangkok y el hecho de que esté en la costa te convence definitivamente. Te diriges a la estación de buses de Ekamai y tomas el primero que sale. Próximo destino: ¡Pattaya!

En cuanto llegas a la ciudad, te acuerdas de que has leído en alguna revista que en 1980 el vice primer ministro de Tailandia, en una conferencia pública, exhortaba a los gobernadores del país a considerar el “entretenimiento sexual” como medio para impulsar el turismo en sus respectivas provincias. Viendo la cantidad de hombres solos que van de bar en bar, piensas que aquel político nunca habría imaginado que su discurso habría tenido tanto calado.

En realidad, hasta los años 60 Pattaya era un pequeño pueblo de pescadores que faenaban en las tranquilas aguas del golfo de Siam. Luego llegaron los soldados estadounidenses, que aterrizaban en la cercana base militar de U-Tapao, después de descargar con sus B-52 toneladas de bombas sobre las cabezas de los vietnamitas. En la jerga militar se llama “lugar de R&R” (rest and recuperation). En concreto, el whisky y las prostitutas eran lo más demandado. Y así la aldea empezó a transformarse en la enorme ciudad que es ahora.

Cada año más de 10 millones de personas van de vacaciones a la ciudad, y ocupan las 130.000 habitaciones de hotel que tienen a su disposición. En Tailandia hay muchos otros lugares más interesantes a nivel cultural o de paisaje. Sin embargo, sólo con mirar a tu alrededor entiendes por qué Pattaya se ha convertido en uno de los símbolos mundiales del turismo sexual. Una enorme cantidad de hombres solos atestan calles, hoteles, casas de masajes, saunas, restaurantes, bares de alterne, bares de go-gos, beer bars, burdeles...

La prostitución en Tailandia es oficialmente ilegal, aunque en la práctica se tolera. Según las estimaciones del gobierno, habría alrededor de 80.000 prostitutas adultas, mientras que, según varias ONG, hay entre 200.000 y 300.000, en su mayoría mujeres pobres de las zonas rurales del país o provenientes de países vecinos más pobres como Laos y Camboya. En 2015 la industria de la prostitución generó unos ingresos de alrededor de 6.000 millones de euros, una cifra que representa el 10 por ciento del PIB de Tailandia.

Te preguntas qué consecuencias tiene todo esto y si esentonces decides preguntárselo a Junita Upadhyay, gerente de ECPAT, y a Damien Brosnan, coordinador de The Code, dos de las ONGs más importantes a nivel mundial para la lucha contra la explotación sexual infantil.

El disgusto y la indignación por la situación se apoderan de ti. Decides dejar la ciudad e irte lo más lejos posible. Sin embargo, no tendrás disponible el coche que has alquilado hasta la tarde. Te acuerdas de que en Pattaya hay un museo de pinturas en 3D, llamado Art in Paradise. Si cada año lo visitan 1,2 millones de personas, poco menos de la mitad de los que acudieron en 2015 al Prado, alguna razón debe haber. A la entrada te topas con Rhee Chula, un artista surcoreano que dirige el museo, y te explica cuál es la filosofía que hay detrás de esta extraña pinacoteca.

Por fín ha llegado la hora de dejar Pattaya. Entre varias opciones, te decantas por ir a visitar Ban Ja Bo, una pequeña aldea de la provincia de Mae Hong Son, en el noroeste del país, a pocos kilómetros de la frontera con Myanmar y a más de mil de Pattaya. Así que acomódate y disfruta del paisaje.

El Community Based Tourism (CBT) es una forma de turismo que prioriza la sostenibilidad ambiental, social y cultural. Está gestionado por los mismos miembros de las comunidades, para permitir que los visitantes conozcan de cerca las formas de vida locales. Los huéspedes pasan tiempo con la gente de la comunidad y disfrutan de actividades que incluyen alojamiento, senderismo, agricultura, pesca o aprender a cocinar comida local. ¿Cómo se comerá en Ban Ja Bo?

Después de muchas curvas, divisas Ban Ja Bo. Es un pueblo habitado por la minoría Lahu y una de las 65 comunidades en todo el país en la que se ha implementado un programa de CBT. En la provincia de Mae Hong Son el reciente crecimiento del turismo ha generado una serie de desafíos y oportunidades. Por un lado, está generando ingresos económicos y fomentando la creación de empleo. Por el otro, los impactos negativos del turismo están poniendo en peligro los recursos naturales y las culturas locales.

Por esta razón, en 2007 el gobierno tailandés creó el CBT Institute (CBT-I), una institución académica que elabora planes de turismo basado en la comunidad como una alternativa sostenible al turismo convencional, y los propone a las comunidades de aldeas como la de Ban Ja Bo. La mejor manera de entender cómo funciona es ir a preguntar a la directora del CBT-I, Jaranya Daengnoy. Su oficina está justo allí. ¿Te atreves a hacerle un par de preguntas?

Después de estar todo el día dando vueltas, te alojas en casa de Na-Hu, una de las 33 familias de Ban Ja Bo que hacen parte del club CBT del pueblo. “Me encanta que venga gente de afuera. Sus caras parecen todas tan distintas y tan guapas...”, te confiesa. Lo que ella no sabe es que el placer es tuyo. En los últimos tres meses en su casa se han hospedado unos 50 visitantes. Con el dinero que ha recaudado, ha podido incrementar los ingresos de su marido y mantener a sus tres hijos. Es feliz y tu también lo estás...

Te despiertas pronto con el cacareo de los gallos. Te encuentras en el patio con Aviruth Meesuopa, facilitador del CBT y experto de la zona. Te cuenta la historia de los Lahu Negros, que viven en estas colinas, te explica el significado de los colores de su ropa (“Negro por el color de los cerdos de la zona; rojo por su sangre; amarillo por el té; verde o azul por la vegetación; blanco por el arroz”). Él acompaña a esta comunidad desde hace varios años y es el puente entre las instituciones, los tour operadores y la gente de la aldea.

Tu viaje a Tailandia está a punto de acabar. Espero que la experiencia haya valido la pena. Pero, antes de despedirnos, queda por descubrir cuántos puntos has acumulado y cuál es el premio que puedes ganar. ¿Quieres saberlo?